El color permanece
La pintura tiene muchas funciones. Por un lado, protege el edificio, y por otro, es una importante herramienta de diseño en la arquitectura y el urbanismo. Y es que el color de la pintura realza el carácter individual de un edificio, una calle, un conjunto o un barrio entero. Así que el diseño del color es todo menos trivial o arbitrario.
Pero los colores también cambian: la madera se oscurece o se vuelve gris, las pinturas blancas amarillean y las fachadas se decoloran. Esto último se puede prevenir: con las pinturas minerales para fachadas y sus pigmentos inorgánicos extremadamente resistentes a la luz. Así, el color de la casa permanece inalterado durante décadas.
En muchas pinturas de fachada el color se altera de manera más o menos rápida, debido a la suciedad, a los contaminantes (la llamada "lluvia ácida") y, sobre todo, al componente ultravioleta de la luz solar. Mientras que la suciedad reduce la luminosidad de un tono de color, la luz ultravioleta puede provocar cambios en la propia pintura. En el caso de las pinturas convencionales, por ejemplo, el ligante se degrada, lo que se aprecia especialmente en el caso de los tonos fuertes por un velo blanquecino. Y, por supuesto, la suciedad y los microorganismos sobre la pintura también cambian la apariencia visual.
El fenómeno de los cambios de color en las pinturas de fachada se conoce desde hace décadas y es visible para cualquiera como una deficiencia estética del edificio. Probablemente le resulte familiar la típica imagen del llamado "efecto contraventana": la fachada está descolorida y detrás de las contraventanas, protegido de la luz y la intemperie, se encuentra el color original de la pintura de fachada, en gran medida inalterado. Estos y otros muchos fenómenos asociados a los cambios de tonalidad del color perturban considerablemente la impresión general de una fachada. No sólo son antiestéticas, sino que además arruinan cualquier diseño de color elegido.
No todos los pigmentos son iguales
En principio, se distingue entre pigmentos orgánicos e inorgánicos (minerales). Los pigmentos orgánicos cambian su estructura química y, por tanto, su tono de color cuando se exponen a la luz ultravioleta. Los pigmentos minerales, en cambio, son diferentes. Se obtienen a partir de materias primas naturales, como los óxidos de hierro, y se caracterizan por una estabilidad de color extremadamente alta. Por ello, son permanentemente resistentes a la luz y a los rayos UV y conservan su color durante décadas. Ni siquiera la "lluvia ácida" puede dañarlos. El color constante – como en las pinturas de silicato para fachadas - requiere del uso exclusivo de pigmentos minerales seleccionados.
El ligante también influye considerablemente en el tono de la pintura de una casa. Los ligantes orgánicos, como los utilizados en las pinturas convencionales, se basan en resinas sintéticas. Estas se alteran con el tiempo y se vuelven turbias. Pueden aparecer microfisuras. Esto también hace que el tono de la pintura de la fachada sea más apagado y más sucio.
Las pinturas de silicato KEIM sólo utilizan ligantes inorgánicos como el silicato potásico o el sol-silicato. Permiten que los rayos de luz incidan en el pigmento directamente y sin obstáculos. Además, gracias al ligante, la pintura se adhiere de forma insoluble al soporte, el llamado "principio de silicificación". Esto hace imposible que la pintura se desprenda del soporte. Las pinturas minerales también atraen menos las partículas de suciedad.
Las pinturas minerales KEIM sólo contienen pigmentos inorgánicos de alta calidad. Esto es único en el mercado de la pintura y asegura unas fachadas luminosas a largo plazo.